Llegando al valle encantado,
me encuentro con dos dulces criaturas revoltosas,
inquietas y traviesas.
Una sube por los arboles,
y otra gira por los suelos.
La bella durmiente disfruta de su merecida siesta,
cuidando de su retoño entre sus brazos.
Una de las criaturas a pesar de las advertencias,
se cayo de los árboles de cabeza
entonces lo tome del suelo
y le abracé, pero fue en ese momento
que salió la verdadera bestia,
reprochando a la dulce criatura por no hacerle caso.